Astronomía

La astronomía Inca     


Los Incas, dado lo extenso de su territorio y al igual que otras civilizaciones en el planeta, llegaron a tener un conocimiento avanzado de la bóveda celeste, que utilizó para sus  actividades públicas y religiosas.
Casi la totalidad de las ceremonias en el imperio, tenían como protagonista a un objeto celeste y básicamente, el Sol.
A finales del siglo XV, Pachacuti Inca Yupanqui, noveno inca reinante, mandó a construir templos para la veneración del Sol, a lo largo y ancho del imperio.
Las actividades más conocidas eran Inti Raymi y Capac Raymi, los Solsticios de Verano e Invierno, respectivamente.
Según las crónicas de los conquistadores españoles, en Cusco, la capital del imperio Inca, existía un imponente calendario solar de carácter público, el cual estaba constituido de  pilares de 5 metros de altura, cada uno. Los pobladores podían establecer la fecha, por la extrapolación visual de los pilares hacia el horizonte. Este calendario podía verse a kilómetros de distancia.
La cultura Inca deriva de un calendario lunar, en principio, a uno solar. Como deidad preponderante en la cosmología inca, el Sol era el centro de toda su atención. Para su observación se destinó plataformas de piedra (Ushnus) situados en lugares apartados.   
Investigadores han propuesto un tercer calendario, el sideral-lunar. Este calendario centra su base en el período que demora la Luna en ocupar la misma posición relativa entre las estrellas. Este ciclo es de 27,33 días.
Doce meses de 27,33 días arrojan un total de 327,96 días (328 días). Este número coincide con el total de Huacas (sitios ceremoniales sagrados) que los Incas colocaron en los alrededores de Cusco.
Si este calendario sideral-lunar es cierto, los ciclos de tiempo inca también estaban determinados por la visibilidad del conglomerado de estrella “Las Pléyades”, ya que la resta entre el año solar y el año sideral-lunar (365-328) arroja el valor de 37 días, exactamente los días en que este cúmulo estelar abierto no es observable desde Cusco.
De manera distinta a otras culturas en el mundo, los Incas asociaron estrellas y la morfología del Ecuador galáctico a su cosmovisión. En este sentido, el popular Saco de Carbón; especie de zona oscura en el Ecuador de la galaxia, observable desde el Hemisferio Sur, constituía La Perdiz (Yutu). La franja oscura situada entre la estrella Sirio, del Can Mayor y la Cruz del Sur, recibía el nombre de La Serpiente (Machacuay) y la Llama (Yacana), poseía un largo cuello que terminada en sus dos ojos, las estrellas Alpha y Beta Centauri.
Todavía no existe una explicación satisfactoria sobre los Intihuatanas (“donde está amarrado el Sol” en Quechua) una especie de monolito de piedra, levantados en algunas poblaciones como Pisac y Machu Pichu.

El saber y el conocimiento astronómico en el Tawantinsuyu estaba en manos de una elite muy reducida de hombres sabios. Al igual que en otras culturas ancestrales del mundo ese privilegio correspondía a personas profundamente conocedoras de los fenómenos naturales debido a la constante y metódica observación que realizaban.

Se desconoce el título exacto que tenían esos personajes; sin embargo, tenemos varias informaciones históricas que le dan diferentes nombres. Así, hay quienes lo llaman Killawata Qhipuq, Yanqa o Ñanqa, Yañqa o Yañaq, y finalmente Arariwa o Chaqra Kamayuq.

Garcilaso de la Vega los identifica genéricamente como “amautas” (hamaut’as) pero no nos alcanza detalles del modo cómo ejercían este oficio. En el Manuscrito de Huarochirí encontramos una mejor referencia y dice: “…Estos maestros son uno o dos y se llaman yañca. Es el único nombre con el cual son conocidos en todas las comunidades. Estos hombres observaban el paso del sol desde un muro construido según reglas muy precisas…”


Observando el encabezamiento del dibujo realizado por el cronista indio Guamán Poma de Ayala notaremos que usa el término “astrólogo-poeta” para definir al personaje. Recordemos que en ésa época (siglo XVII) la astronomía no era una ciencia tal como ahora la conocemos. A los estudiosos de esta disciplina se les llamaba astrólogos en clara referencia al aspecto especulativo de interpretar las relaciones entre el hombre y los objetos celestes. Para eso los astrólogos elaboraban las cartas astrales y los horóscopos (muy populares es ese entonces) en un intento por relacionar la vida y el destino con las influencias planetarias y los signos zodiacales.

Analizando el dibujo veremos que el “astrólogo” lleva en sus manos dos herramientas muy importantes: En una de ellas una vara que en su parte superior se ramifica y termina en una horquilla a manera de una “v”. Este detalle de la vara es muy parecido a la que se usan en rabdomancia o los zahoríes de otras culturas en su búsqueda de puntos geodésicos, aguas subterráneas o vetas de minerales.

Probablemente haya sido usado para señalar y reconocer puntos concretos en el horizonte por donde aparecerían el Sol o las estrellas y determinar ciertas fechas importantes para uso calendárico o del ritual.

La otra herramienta que lleva el astrónomo es el qhipu, aquél sistema de cuerdas y nudos que servía para registrar cifras contables con los que se llevaba el registro y control de la economía y la población, entre otros usos.

En este caso es probable que se usara para establecer fechas del calendario Inka y tal vez otros datos astronómicos que desconocemos.

Estos especialistas debieron ser muy estimados porque eran los conocedores del movimiento de los astros del cielo y con ello el manejo de los tiempos durante el año agrícola así como la exactitud de las fecha de las principales festividades y eventos en el Tawantinsuyu